Hergía, la ciudad del humo.
Lo que hace a Hergía diferente de las otras ciudades es que en vez de aire tiene humo.
La densa niebla cubre completamente las calles, las habitaciones están repletas de recuerdos, sobre las escaleras se derrama el silencio. Encima de los tejados ningún pájaro osa posarse.
Si los habitantes pueden andar por la ciudad, cuando despiertan, no lo sabemos.
Pero estamos seguros de que hasta las primeras lluvias de cada anochecer no se aprecia ningún movimiento. Les conviene quedarse quietos y tendidos, al amparo de sus frescos refugios, conservando el último hálito. Los lugares están aparentemente vacíos. Hay quien dice que durante el día los ecos de otros tiempos resuenan a través de sus calles. De noche, pegando el oído al suelo, se pueden sentir las pisadas cansadas de los habitantes subterráneos.
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