jueves, 26 de febrero de 2009

El sótano del judío.


En épocas muy remotas vivía en una lóbrega casa de Córdoba un viejo y avaro judío, cuya única preocupación durante su vida había consistido en reunir toda clase de objetos preciosos y una gran cantidad de monedas de oro. Deseoso de almacenar una cuantiosa fortuna, vivía miserablemente y no desperdiciaba ocasión de hacer usura a costa de los necesitados.

Tenía la casa un sótano oscuro y profundo, en cuyo interior guardaba celosamente de todas las miradas su cuantiosa fortuna, de la cual sólo tenía noticia su única hija, una doncella hermosísima, que con alguna frecuencia solía entrar en el sótano siguiendo órdenes paternas.

Cuenta la leyenda que una noche en que el judío quería llevar al sótano en secreto un pequeño tesoro recién conseguido, mandó a su hija que lo bajara. La obediente doncella encendió una vela y con el tesoro en la mano bajó las oscuras y empinadas escaleras, hasta llegar a lo más profundo del sótano. Se disponía ya a subir cuando sonaron las campanadas de las doce. De repente, y ante la mirada atónita del judío y el terror de la doncella, se apagó la vela y se cerró la entrada de la cueva.

La doncella comenzó a gritar y a golpear muy fuerte la puerta de aquel estrecho y oscuro sótano. El judío intentaba tranquilizar a su hija cuando, de repente, llamaron a la puerta de la casa. Él creía que era cualquier desgraciado que venía a pedirle un préstamo, así que no prestó atención y siguió pensando cómo sacar a su hija de aquel sótano, pero la puerta de la entrada no paraba de sonar una y otra vez. El judío decidió finalmente ir a ver quién era. Cuando abrió la puerta se quedó asombrado porque, a pesar de que habían llamado tantas veces, no había nadie. El judío volvió a entrar en su casa, pero al poco tiempo volvieron a llamar a la puerta. El judío intrigado por saber quién había sido fue rápidamente a abrir la puerta pero de nuevo no había nadie. Él se quedó fuera mirando por si había sido algún chaval gastando una broma.

Mientras tanto, en el sótano apareció un fantasma que dio un susto a la doncella, pero el fantasma le dijo que no tuviera miedo porque la iba a sacar de allí. También le dijo que había despistado a su padre llamando a la puerta para que no sospechase. El fantasma, de forma milagrosa, abrió la puerta del sótano con un solo gesto. El judío, cansado de que sonara la puerta, entró en su casa y se dio la gran sorpresa de que su hija había salido milagrosamente del sótano. Fue a abrazarla y de repente el fantasma volvió a aparecer. Este le echó una bronca al judío y le dijo que lo que le había pasado era por ser tan egoísta. El judío se arrepintió y decidió repartir sus riquezas entre los campesinos a los que había estafado.

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